Como cualquier "veinteañero" que se aventura a dejar su hogar, hacia el 2008 los jóvenes estadounidenses Brian Chesky y Joe Gebbia a duras penas reunían dinero para pagar el alquiler de un apartamento en la bahía de San Francisco.
La anécdota cuenta que la llegada en la ciudad de una multitudinaria feria de diseño, despertó en ellos una idea que los convirtió en millonarios. A sabiendas de que las ofertas de alojamiento se habían agotado, aquellos muchachos ofrecieron alojamiento temporal en una de las habitaciones –que equiparon con colchones inflables –bajo la promesa “un sitio entre amigos”.
El experimento resultó exitoso. En minutos, otros jóvenes como ellos respondieron al anuncio. Ese día marcó el inicio de AirBNB, un app exitosa para aventureros que viajan alrededor del mundo y se hospedan en casas y apartamentos junto a sus moradores.
En la actualidad, la empresa cuenta con más de un millón de hospedajes inscritos alrededor del mundo, incluidos cientos en la región centroamericana. Chesky, Gebbia y Nathan Blecharczyk (quien se uniría luego para apoyar la construcción de un sitio web) aprovecharon la existencia de tecnologías disruptivas para crear un app exitosa. Para el 2016, los jóvenes –ahora "treintones"– ocupaban el puesto 495 entre las personas más ricas del mundo, de acuerdo con FORBES: su fortuna se estimaba en $3.000 millones.
Algo similar ocurrió con UBER. En el 2009, sus fundadores, Garrett Camp y Travis Kalanick, aprovecharon la existencia de otras disrupciones tecnológicas, como el GPS y Waze, para crear una red privada de transportistas conectados con particulares mediante su aplicación móvil. Sin poseer un solo vehículo, UBER dispone de miles de vehículos alrededor del mundo.
José Zúñiga Chinchilla, fundador de GPG –una firma de desarrollo de software y representación internacional–, indicó que, ante una idea, lo primordial es comprobar la experiencia del desarrollador.
“El tema del app es muy nuevo en la región centroamericana, pues se ha manejado con mucho empirismo. El problema es que la idea puede ser muy buena, pero si la funcionalidad (de la app) es mala, el proyecto nace muerto”, explicó.
Recordó el caso de un desarrollador que por no tener idea de cómo funciona el touch screen (pantalla táctil), implementó en un app flechas para subir y bajar, por lo que su operatividad era poco amigable para el usuario.
La segunda recomendación tiene que ver con el proceso previo de investigación. “Es importante conocer si existen apps similares. Muchas de las grandes ideas han surgido a partir de cosas que ya existen”, comentó el experto. Así ocurrió con Facebook (que se basó en otras redes primitivas) y Whatsapp, que surgió a partir de la experiencia del chat exclusivo para Blackberry.
La tercera, de acuerdo con Zúñiga, tiene que ver con el presupuesto, pues podría convertirse en una limitante a la hora de contratar al desarrollador.
Otro aspecto importante por considerar es que la idea pueda llenar un vacío real en algún nicho de mercado a nivel local (solucionar retos en un barrio, una ciudad pequeña o el país), ya que los proyectos que inician con una perspectiva más modesta tienden a concretarse más fácilmente a través del ensayo, la prueba, la corrección de errores y las mejoras paulatinas de tal forma que crean oportunidades para hacer de la aplicación digital una experiencia que demanda expansión.
Un proyecto de GrupoPRIDES
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